Cupido y los flechazos químicos
- Álex Tuñas Corzón
- 13 feb 2016
- 4 Min. de lectura

Ilustración de Tania MT.
Para los antiguos romanos Cupido era el responsable de que, de repente, una persona cayese locamente enamorada de otra. Según la mitología, con sólo lanzar una de las flechas que portaba, este era capaz de enamorar a cualquiera. Hoy sabemos que no existe realmente ningún niño alado que reparta amor por aquí o por allá. No obstante, sí es cierto que se conocen ciertas áreas cerebrales que desempeñan un papel similar al del hijo de la diosa del amor.
Todos hemos escuchado alguna vez eso de “ahí hay química” cuando dos personas están enamoradas y lo cierto es que en los últimos años se ha descubierto que no se trata de una mera expresión. Para empezar, seguramente alguna vez hayas sentido esa curiosa sensación de “mariposas en el estómago”, ya fuese antes de un examen o antes de ver al chico/a que te gusta. Pues bien, no son lepidópteros lo que te hace cosquillas en el vientre, sino un efecto secundario de la adrenalina, una molécula producida por las glándulas suprarrenales. El objetivo de esta es preparar al organismo ante una situación de estrés o excitación. Para ello acelera el pulso cardíaco y aumenta la presión sanguínea, lo cual lleva a un incremento del flujo de sangre a los músculos y una disminución en el estómago, lo que explica ese cosquilleo.
Al igual que la adrenalina existen otras moléculas que influyen de forma notoria sobre nuestros sentimientos. Mucho de lo que conocemos sobre esta química del amor se lo debemos a la antropóloga Helen Fisher, quien estudió en profundidad el efecto de las verdaderas flechas del amor: dopamina y oxitocina, principalmente.

En el momento en el que te empieza a gustar una persona tu cerebro produce mucha dopamina y noradrenalina. Estos flechazos químicos en el cerebro son los máximos responsables del placer y de otras emociones intensas que nos hacen sentir bien, así como de la excitación y el deseo. Algo muy curioso es que, de forma natural, cuando las dificultades para conseguir un amor son importantes, la producción de dicha dopamina se incrementa notablemente. Esto explica el efecto Romeo y Julieta, que consiste en el hecho de que cuanto mayores sean las adversidades, más se enamora uno. Por otro lado, la lujuria, entendida como un deseo sexual incontrolado, es resultado en gran parte de la testosterona (en los hombres) y los estrógenos (en las mujeres), hormonas cuya producción es inducida por las mencionadas dopamina y noradrenalina.
Todos sabemos que esa fase inicial de amor pasional o romántico (amor tipo "Eros") no es para siempre. El gasto de energía que supone es altísimo y poco a poco va siendo relevada por una segunda fase de afecto (amor tipo "Philia"). Con el paso del tiempo las neuronas no producen tanta dopamina y noradrenalina. En su lugar, empiezan a liberar otras moléculas de forma mayoritaria, como la oxitocina y la vasopresina, vinculadas a la formación del íntimo lazo de cariño y apego que se establece en la pareja.
Incluso se ha postulado que la química pudo jugar un papel esencial en la aparición de la extendida costumbre de besarse. Una de las hipótesis que trata de dar una explicación evolutiva a este acto se asienta en una supuesta capacidad de detectar los niveles de testosterona. Entre otras cosas, la testosterona influye en la correcta maduración de los espermatozoides, de tal forma que la idea sería que gracias a ciertos quimiorreceptores linguales las chicas podrían conocer, a través del beso, qué hombres serían buenas opciones y cuáles no. Según esto, las que más besasen tendrían más probabilidades de encontrar un buen procreador.

V-J Day in Times Square. Por Alfred Eisenstaedt. Foto histórica de 1945 que inmortaliza el momento en el que un marinero estadounidense besa a una mujer durante las celebraciones del Día de la Victoria sobre Japón, en Times Square.
Por si fuera poco, en relación a esta especie de elección inconsciente de pareja existen evidencias de que otro aspecto importante podría ser el olor. En un estudio en el que un grupo de chicas olían las camisetas que habían usado otro grupo de chicos durante dos días, la asombrosa conclusión fue que las chicas preferían las camisetas de aquellos con sistemas inmunes diferentes a los suyos. De este modo, la descendencia tendría más opciones para enfrentarse a las enfermedades.
A propósito, en el 2005 la misma Helen Fisher de la que hablamos al principio comprobó que en las personas enamoradas se activa exactamente la misma área cerebral que se estimula en los adictos a la cocaína. Ya se sabe, el amor es como una droga y muchos de nosotros unos auténticos enamorados. Feliz día de San Valentín.
Dicho todo esto, es importante no caer en la tentación de reducir el Amor a unas pocas reacciones químicas. Por ello recomiendo leer el siguiente artículo de Deborah Garcia Bello: http://dimetilsulfuro.es/2015/04/09/por-que-la-ciencia-no-explica-el-amor/
Referencias
Fisher, H., Aron, A. and Brown, L. (2006). Romantic love: a mammalian brain system for mate choice. Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences, 361(1476), pp.2173-2186.
Washingtonpost.com, (2010). Why do you get butterflies in your stomach?. [online] Available at: http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2010/05/09/AR2010050902953.html [Accessed 13 Feb. 2016].
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